Félix Morales Prado: Visiones de Maldevo. Fragmentos de una Punta Umbría olvidada, Edición del Autor, 2022, 248 págs.
¿Cómo conseguir que el tiempo se detenga o, al menos, así lo parezca? Es sorprendente la cantidad de efectos que se pueden conseguir cuando se es bueno en el arte de contar, como es el caso. Podríamos decir que este libro es una versión en excelente prosa del poemario albertino Marinero en tierra si no fuera porque es mucho más que eso.
Para empezar es un logrado ejercicio de estilo: léxico elegante, equilibrio, sentido de la medida, control del ritmo; todo ello dirigido a recrearse en la nostalgia de un tiempo que se fue para no volver, como esa juventud que conformaba el divino tesoro de Rubén. Pero la magia de la palabra consigue hacer eterno lo efímero. Recuérdese, como ejemplo, la manera en que queda inmortalizada en coplas la memoria del maese don Rodrigo Manrique para perdurar y servir así de consuelo a su hijo.
Félix Morales —para quien la literatura es profesión, en el más amplio sentido de la palabra, y solaz también— publicó en Huelva Buenas Noticias una cincuentena de artículos costumbristas que rozan la prosa poética y que ahora, engarzados por su misma lógica, forman este volumen. Punta Umbría es, en palabras del autor, «un lugar que estuvo un tiempo fuera del tiempo» y que ahora llega a nosotros con todo el encanto de esas fotografías viradas en sepia que nos hablan de otros momentos que, fueran o no mejores que los presentes, siempre nos lo parecerán. Lo que sí es cierto es que gracias a estos escritos, recuperamos unos paisajes físicos y humanos que no debían perderse.
Mediante el poder evocador de la palabra el escritor consigue que añoremos algo que nunca conocimos y para eso sirve precisamente la literatura: para que nos podamos adentrar en la Polonia de Segismundo, en la Dinamarca de Hamlet, en el Macondo del coronel Aureliano Buendía o en este caso en la Punta Umbría de un narrador que la contempla a distancia con mirada certera y cariñosa.
En un texto de cuidadas formas se juega reiteradamente con la connotación, se dosifican de forma medida los elementos costumbristas —de los que nunca se ha de abusar—, se elabora una literatura reposada, de lenta degustación, que lejos de atascarse en los detalles históricos ni de hincharse con adjetivos innecesarios, fluye hábilmente y capta nuestra atención primero y nuestra sincera aprobación después.
El libro abunda en detalles culturalistas: menciones cinematográficas (Sola en la oscuridad, West Side Story y muchas otras), referencias musicales en forma de poemas y canciones, comparaciones literarias (la ría de Punta Umbría con el Mississippi de Huckleberry Finn), menciones a autores como Hermann Hesse que parecen pasearse a gusto por estas páginas; todo ello brinda a la narración un cosmopolitismo que sirve adecuadamente de contrapeso al carácter localista de las descripciones, en las que se hace referencia a lugares, establecimientos y personas de ese lugar que es el centro temático de la narración.
Con maestría, el autor ha insertado los elementos autobiográficos que ha querido casi ocultamente, sin que nos demos cuenta de ello, sin desentonar del todo y sin quitarle protagonismo al lugar. Y esto es un acierto, pues desdichadamente el género biográfico interesa a pocos lectores. Pero el planteamiento descriptivo funciona mucho mejor, ya que siempre podemos relacionar lo que se nos cuenta con otros lugares equiparables de nuestro pasado y que despiertan en nosotros esos recuerdos cálidos que nos transportan a tiempos añorados.
Maldevo —un nombre soñado dentro de un poema— es ya un nuevo lugar de ficción, a caballo entre la realidad y la imaginación, una Punta Umbría medio literaria y medio mágica que obviamente ha hecho disfrutar a su autor mientras la describía. Nos lo imaginamos sonriendo en ocasiones mientras escribía estos artículos y también conmoviéndose a veces, según en qué recuerdo estuviese trabajando. Con su gran dominio del arte narrativo, Morales consigue que también el lector sonría y se conmueva con estas bellas páginas.