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Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
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El sexo en Egipto

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           Al clima cálido del lugar y a la fertilidad del Nilo se les culpa proverbialmente de la extrema sensualidad de los habitantes de Egipto. Según cuenta la leyenda, era popular la necrofagia de las mujeres hermosas. Los barqueros transportaban sus cadáveres a la orilla opuesta del Nilo y lo que allí sucedía después no lo vamos a contar aquí por si nos leen niños pequeños. Para que se respetaran los cadáveres, se colocaban monedas en la boca de los muertos, pero imaginamos que habría desaprensivos que no solamente se quedarían a gusto, sino que se quedarían también descaradamente con las monedas que encontraran en los cadáveres.

          Salvo los sacerdotes —más aficionados a los protomonaguillos—, todos los ciudadanos podían ejercer la poligamia si el bolsillo aguantaba y se veían capaces de mantener a varias esposas (suegras y cuñadas solteronas incluidas). El adulterio se castigaba cortándole la nariz a la mujer y castrando al hombre, como ya hemos dicho que hacían otros pueblos igualmente civilizados de la Antigüedad, porque en esto los egipcios no destacaron por su originalidad.

          Parece ser que las castraciones fueron tantas en un momento dado que el ejército egipcio se ablandó en exceso y hubo que recurrir a la emasculación simbólica, de la que surge el concepto de circuncisión, que luego pasó de Egipto a otros pueblos, como medio de mantener una higiene mínima, muy necesaria en aquellos lugares y tiempos.

          El incesto, en cambio, estaba muy bien visto, porque era como un remedo del amor primitivo místico de la fraternal pareja inicial: Isis y Osiris. Las leyes no solo autorizaban el matrimonio entre hermanos (entre hermano y hermana, queremos decir, porque los egipcios en materia sexual eran liberales, pero sin pasarse), sino que lo recomendaban. Era una manera de mantener el patrimonio y que todo quedara en casa. Curiosamente, cuenta el profesor y sexólogo (pero más lo segundo que lo primero) Karl Tichermann que no hay constancia de que la estirpe degenerase a causa de estos hermanamientos talamosos. Creemos a Tichermann, porque no nos queda otra.

          Lo que sí funcionó como un reloj en Egipto fue la prostitución, en sus variedades sagrada, hospitalaria y profesional, esta última regulada por leyes y tarifas.

          Tenemos noticia de cortesanas con pelos (o sin ellos) y señales, como Rodopis, que alcanzó gran fama, al parecer por un refresco de naranja con canela que estaba muy rico y que ofrecía a todos sus clientes antes del coito propiamente dicho. Según se cuenta, llegó a ganar tanto dinero con el adecuado uso de los aditamentos corporales de los que Osiris le había dotado que pagó ella solita la construcción de la pirámide de Micerino y aún le sobró dinero para jugar al bingo diariamente hasta el fin de sus días.

          Otra cortesana famosa del tiempo (decimos ‘del tiempo’, aunque era una fresca, porque nos referimos a la época, no a la temperatura) fue Archidike, que era más fea que la otra, pero que, sin embargo, cobraba más dinero por sus servicios, por lo que se confirma el hecho de que no siempre lo más caro es lo mejor.

          Algunas mujeres anónimas se prostituían para poder reunir una dote y poder casarse honestamente, otras lo hacían para aportarle obsequios al marido y algunas más —para serles sinceros— lo hacían simplemente por curiosidad o porque les gustaba.


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