(Comedieta política)
(La acción, en un país nórdico. El Primer Ministro, Mr. Orange, recibe al líder de la oposición, Mr. Grøon, en las escalinatas de su residencia oficial. Se dan la mano y pasan a una salita, donde se sientan en una butaca. En una butaca cada uno, porque lo otro está mal visto.)
Fotógrafo 1º.—¡Flash!
Fotógrafo 2º.—¡Flash!
Fotógrafo 3º.—¡Flash!
Mr.Orange.—¡Ya basta de fotos! Pueden retirarse. (Los fotógrafos se largan. Hay una pausa.)
Mr. Grøon.—¡Hola!
Mr.Orange.—¡Hola!
Mr.Grøon.—¡Hola! (Hay otra pausa.)
Mr.Orange.—(Tomando la voz cantante.) Bueno, ahora se supone que tenemos que hablar sobre la situación del país...
Mr.Grøon.—¡El país, el país...! ¡Apañado está el país!
Mr.Orange.—El país no tiene arreglo.
Mr.Grøon.—Eso mismo pienso yo. (Otra pausa.)
Mr.Orange.—¿Sabes una cosa? Siempre he pensado que no sería difícil que llegáramos a un acuerdo. Coincidimos en muchas cosas.
Mr.Grøon.—Es verdad. Tú eres naranja; luego, aparte del rojo, tienes un componente de amarillo.
Mr.Orange.—Y tú tienes amarillo, junto con azul.
Mr.Grøon.—Es cierto.
Mr.Orange.—Lo que pasa es que a mí no me quiere nadie. Sólo me votan los que te odian a ti.
Mr.Grøon.—Igual que en mi caso.
Mr.Orange.—No existen naranjistas verdaderos; sólo antiverdistas.
Mr.Grøon.—En mi bando no hay verdistas tampoco, sólo antinaranjistas.
Mr.Orange.—O sea que, o seguimos odiándonos y dando espectáculo, o nos quedamos los dos sin trabajo y sin prebendas.
Mr.Grøon.—Es triste, pero es verdad. Sigamos, pues, como hasta ahora, que no nos ha ido tan mal. Será lo más práctico.
Mr.Orange.—Estoy de acuerdo. ¿Quieres un café?
Mr.Grøon.—Prefiero té con limón.
Mr.Orange.—Ahora mismo lo pido. Hay que pasar el rato de alguna manera. Por favor... (Se acerca un camarero que toma nota y les sirve. Hay otra larga pausa.)¿Astrid está bien? ¿Y la pequeña Annbjørg?
Mr.Grøon.—¡Oh, sí, sí! ¡Muchas gracias! ¿Y la operación de tu madre?
Mr.Orange.—Sin problemas. Nos dio un susto, pero ya se va recuperando.
Mr.Grøon.—Eso es lo único importante: que haya salud.
Mr.Orange.—Tú lo has dicho. (Otra pausa así de larga. De una hora, más o menos.)
Mr.Grøon.—Bien: ya me puedo ir.
Mr.Orange.—Adiós, Grøon. ¡Hasta la próxima! ¡Cuídate! (Los dos líderes se despiden. En cuanto Mr. Grøon se marcha, entran periodistas y fotógrafos que interrogan con la mirada a Mr. Orange. Éste habla,dirigiéndose a los medios de comunicación, que esperan, micrófono en ristre.) He intentado el diálogo, pero ha sido inútil. El líder de la oposición, Mr. Grøon, no nos apoyará en las medidas que todos esperan. Ha pasado al terreno de la descalificación. Incluso puedo decirles que se negó a tomar el café que le ofrecí. Y, confidencialmente, es tan avaricioso que se llevó la pastilla de jabón del cuarto de baño cuando entró a lavarse las manos.
Losperiodistas.—¡Ooooooooh!
(A la salida, otra horda de periodistas se abalanza sobre Mr. Grøon, que ya se disponía a subirse al coche para salir de allí pitando.)
Mr.Grøon.—(A los periodistas.) Mr. Orange no nos ha escuchado. Sigue tan arrogante como siempre y aprovecha su mayoría para ignorarnos a nosotros, que representamos la verdadera opinión de los ciudadanos. Se negó a toda conversación o diálogo. No sólo eso, sino que no me ofreció ningún refresco. Puedo decirles en confianza que es tan tacaño que tiene tapados todos los relojes de su despacho, para que los de la oposición no nos aprovechemos y miremos la hora.