Descripción de la comedia La verdad sospechosaen redondillas, para demostrar que nosotros no somos menos que nadie y también sabemos hacer versitos cuando queremos
Es don Juan Ruiz de Alarcón
entre la pléyade hispana
de dramaturgos, quien gana
—en unánime opinión—
el mérito de reunir
en el teatro del tiempo
la moral y el pasatiempo,
el pensar con el reír.
En su obra hay seriedad,
buenas formas y buen gusto;
sus lances duran lo justo
y su originalidad
junta, en toda su temática,
la habilidad de la acción,
una profunda intención
y elegancia epigramática.
No es la Fortuna quien guía
en sus piezas la aventura,
pues se basa su estructura
en la ética del día.
A la exaltación barroca
contiene con seriedad:
ni falsea la verdad
ni los sucesos disloca;
mas, por el contrario, inicia
una comedia moral
en que se castiga al mal
y triunfa la justicia.
Por ser de Méjico oriundo
no gusta el autor del fasto
de la corte y su nefasto
influjo. Así, de ese mundo
se dedica a censurar
las costumbres, los oficios
y toda clase de vicios
que imperan en el lugar.
Pronto, Alarcón se transforma
en crítico de su era
y juez se le considera
de la manera y la norma.
La obra que aquí se comenta
de Laverdadsospechosa
es, quizá, la más hermosa
de las que entregó a la imprenta.
En cuanto a su fecha exacta,
se cree que es el año mil
seiscientos veinte, en abril,
cuando el autor la redacta.
Goza de éxito seguido
y fama en el siglo aquel;
mas la Ilustración, cruel,
puso al barroco en olvido.
La moda neoclasicista,
con criterio artificial,
de lo hispano y nacional
se erigió en antagonista.
Esta xenofilia extraña
carece aún más de sentido
si se mira lo acaecido
fuera del suelo de España,
que el tema, en el extranjero,
fue apreciado por lo humano
y lo empleó el italiano
Goldoni en Il menzognero.
Otra imitación muy fiel
—también de gloria extremada—
es la que fue titulada
Lementeur, por Pierre Corneille.
Y es fama que, al conocer
de Ruiz de Alarcón la pieza,
tanto admiró su belleza
y gracia al joven «Molière»,
que descubrió en aquel día
su sincera vocación.
haciendo su profesión
de las artes de Talía.
La incomprensión dieciochesca
rechazó en España aquello
que era tenido por bello
en Europa. Esta grotesca
posición de escepticismo
ante lo que afecta al arte
español no la comparte
el nuevo romanticismo
que, ante aquella circunstancia,
a la dramaturgia toda
hispana pone de moda,
valorando su importancia.
Desde entonces, esta pieza,
por su trama y sus poesías,
pasa a las antologías
como ejemplo de destreza;
y, por sus versos brillantes,
Juan Ruiz de Alarcón alterna
con los que dan fama eterna
a la lengua de Cervantes.
(Hasta que no lo hemos concluido, no nos hemos dado cuenta de que este poema no tiene maldita la gracia y, por ende, no hace nada aquí, metido con calzador en una página de humor. Pero, ¿qué quieren? Una vez escrito, nos da mucha lástima desperdiciarlo, así es que no lo vamos a suprimir, sino que —con el permiso de ustedes, queridos lectores— se va a quedar donde está.)