Corusco no, sí numen, sibilino
que aljófar luce etereo minotauro,
del resplandor egregio honesto lauro
conculca mimbres del enjambre albino.
Yedra breve, que a Alcides el divino
—undoso céfiro cognitamentre auro—
bruñe alientos, con que áspides instauro
cual límpido león, sol ambarino.
Luciente ardor del pámpano del ave
huye la nieve del cristal deseo,
áncoras tres en un bajel furioso,
no escucha en abismal Faetón suave
bruñidos sones de imperial Teseo
en húmedo marmóreo impetuoso.