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Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
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Teléfono rojo: ¿volamos hacia Moscú?

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La novela Red Alert

no la conoce ni el Tato,

pero es la base de Te-

léfono rojo: ¿volamos

hacia Moscú?,film que tiene

un nombre mucho más raro

en versión original:

Dr. Strangelove o How to

Stop Worrying and Love

the Bomb. No recuerdo el año;

sería el sesenta y tres.

No, no: era el sesenta y cuatro.

 

A Peter George, el autor,

yo no lo conozco, en cambio

ya he dicho en cien ocasiones

que soy bastante maníaco

y entusiasta fan de Kubrick,

que es más grande que Pizarro,

Cortés y Balboa juntos

(por mencionar unos cuantos);

y si de mí dependiera,

no digo canonizarlo

porque no hay que exagerar,

pero sí lo haría beato.

 

La cinta nos habla de un

general republicano

que se vuelve majareta,

se piensa que los malvados

rusos le echan flúor al agua

porque los americanos

queden estériles y

decide armar el cotarro.

Da la orden de soltar

sobre Rusia tres o cuatro

bombas de esas que explotan

(de las atómicas, ¡claro!).

Y no le pueden parar,

porque los del alto mando

militar están bastante

confusos y despistados.

 

En este tipo de historias

lo que pasa está cantado:

en el último minuto

consiguen vencer al malo,

le quitan la clave, evitan

que se organice el fandango,

se enjugan todo el sudor

y respiran aliviados.

Aquí no sucede así:

este argumento es más raro,

novedoso y diferente.

¿Qué pasa entonces? Es claro:

sueltan la dichosa bomba

y todo a tomar por saco.

 

En el último minuto

de la historia presenciamos

el horror de los horrores,

que consiste en que los mandos

militares se lo toman

con suficiente relajo

y empiezan a planear

qué harán cuando estén a salvo

en los sótanos que tienen

dispuestos para estos casos.

 

Como solo caben pocos,

han de ser seleccionados.

¿Quién se salvará de la

hecatombe que han armado?

Ellos y algunas mujeres

muy agradables al tacto,

para perpetuar la especie

cuando el resto se haya asado

por la radiación. Admira

ver cómo el instinto humano

decide sobrevivir

tras de cualquier altercado.

Y todos esos señores

de la guerra, que han montado

un cataclismo mayúsculo

dejando al mundo hecho cachos,

se preparan un futuro

disfrutoso y fornicáceo.


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