Si tratamos de ese pueblo
elegido por Jehová
que desde hace tres milenos
ha dado mucho que hablar,
hay que citar a David,
que fue un monarca ejemplar,
espejo de gobernantes,
símbolo de la unidad
de veinte mil mangurrinos,
pastor espiritual
de aquel montón de judíos
que protagonizan la
Biblia, con sus trapicheos,
sus batallas y demás.
¿Qué hizo famoso a David?
Pues que se cargó a Goliat.
¿Quién era Goliat? Pues uno
muy grande y muy animal.
¿Y por qué se lo cargó?
Pues no lo sé, la verdad.
Eran cosas que pasaban
bastante en la antigüedad
y, después de tantos años,
¿quién se mete a averiguar
las razones y porqueses
de tal o cual criminal?
(Como corro serios riesgos
de que al ponerme a contar
la historia de ese señor
tenga un fallo garrafal,
me veo en la obligación
perentoria, a mi pesar,
de leer la Biblia para
enterarme de qué va.)
Goliat era muy forzudo,
tal y como dice la
tradición, que lo describe
como un tipo muy brutal,
más ancho que el Amazonas
y más alto que un baobab;
que, si no tenía after-shave,
se daba con aguarrás;
partía nueces con los párpados
y solía devorar
los corderos sin quitarles
los huesos, con ansia tal
que, a su lado, la ballena
que se merendó a Jonás
parecía inapetente,
con molicie estomacal
o que estaba haciendo dieta
porque no quería engordar.
En fin: era un filisteo,
que, como ustedes sabrán
de sobra, con los hebreos
se llevaban a matar.
El asunto es el siguiente:
era preciso expulsar
a esos señores de allí.
No obstante, el miedo cerval
lo impedía. Y los filisteos,
muy seguros de ganar
la batalla, propusieron
un combate sin igual
entre uno de cada bando.
Lo echaron a suerte y ¡zas!,
David resultó elegido
para enfrentarse a Goliat.
«La cosa está complicada»,
fue lo que pensó el chaval.
Mas decidió, por narices,
que habría de derrotar
a su enemigo, que era
más fiero que Fierabrás;
y como en tanto a narices
no tenía que envidiar
a las que tuvo después
Cyrano de Bergerac,
fue y se salió con la suya
de la manera en que van
a saber enseguidita,
pues se la voy a contar.
David marchó al campo de
batalla, armado de la
honda que siempre llevaba
cuando salía a cazar
conejos para la cena,
y, a distancia prudencial,
le dio a Goliat en la jeta
una pedrada eficaz
que lo dejó patitieso,
pues con la honda era un crack.
El gigante cayó al suelo
sin poder decir ni «¡Ay!»
y David le cortó el cuello
entre aplausos de la claque,
hecho lo cual, enseguida,
pidió, para celebrar
su hazaña, que le trajeran
una copa de coñac.
David reinó muchos años,
como nos cuentan los Sal-
mos, que es un libro pelma
de la Biblia que nos da
referencias eruditas
con meticulosidad.
Tuvo el hombre muchos hijos
que aquí paso a enumerar:
Adonías, Absolón,
Shefatión y Chileab,
Amnón, Salomón, Nepheg,
Eliphalet, Ithream,
Eliada, Japhia, Elishama,
Shamnua, Natán y Tamar,
Shobab, Elishua, Ibhar y
seguro que algunos más
deextranjis, que sus esposas
prefirieron ignorar
para que no se turbara
la concordia conyugal.
(Quien no se fíe de esta lista
es libre de consultar
la Enciclopedia Británica,
que es la que estos datos da.)
¿Qué más diré de este hombre
más judío que el maná?
Que venció a los filisteos
(como hemos contado ya),
que tomó Jerusalén,
que unió a Israel y a Judá,
que gobernó Palestina
con acierto regular,
que tuvo muchas esposas,
que fue el autor del Cantar
de los cantares (que fue
unéxito editorial)
y que tocaba en el arpa
con habilidad sin par
Gigantes y cabezudos,
Aïda y El Parsifal.