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Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
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Antonio Albella

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          Hablemos de un actor estupendo, de un actor «de los de antes de la guerra», como solía decirse.

          Hablemos de Antonio Albella.

          Cuando misproductores eligieron a una persona para protagonizar mi comedia, esa persona se convirtió automáticamente en algo mío, como ustedes comprenderán. Nuestra relación humana y profesional quedaba así fuertemente establecida. Y no solo porque trabajaríamos juntos durante meses o años, sino porque de él dependería en su totalidad el éxito de mi obra.

          Galdós en los infiernos era un homenaje a un hombre inmenso, como ser humano y como escritor, y para encarnarlo no iba a servir cualquiera. Era un papel difícil y lleno de cambios, que requería un dominio de muchas técnicas actorales y de muchos matices en el estilo. Era un reto, una oportunidad y un gran riesgo a la vez.

          Antonio brilló en él desde el primer momento y con su excelente tratamiento del personaje consiguió (y sigue consiguiendo) no solo que los espectadores disfrutaran al máximo, sino también que acabaran amando a ese gran ser humano que fue Galdós.

          Yo no había tenido ocasión de ver trabajar a Antonio Albella. Le conocía por referencias. Es un actor de teatro, cine y televisión, con una larga trayectoria y que se ha dedicado también a la música y a la presentación de eventos. Pregunté y las referencias que me dieron todos fueron inmejorables.

          Y así comenzamos, y quiero destacar sus virtudes profesionales, porque no siempre te encuentras con actores tan bien dispuestos a esa contradictoria labor de aprender y también enseñar que constituye el proceso de ensayos de un espectáculo teatral. Esto es de capital importancia, porque no escasean los actores que trabajan únicamente para su propio lucimiento y no ayudan al resto del elenco; o los que creen haber entendido su papel con una primera lectura y ya nada nuevo le aportan, mecanizando en exceso su interpretación; o los que piensan que saben de teatro más que nadie y por ello no siguen las indicaciones del director e incluso se le insolentan. Pues bien, Antonio sabe muy bien soslayar esos peligros y evitar esas tentaciones.

          Me consta que, para preparar su personaje, efectuó muchas lecturas complementarias al texto. Visitó los emplazamientos galdosianos para empaparse de la época y ver Madrid con los ojos de Galdós. Se esforzó al máximo en su esfuerzo para dar lo mejor de sí y efectivamente lo dio.

          Durante los ensayos fue creativo a la vez que riguroso, innovador a la vez que obediente, entusiasta a la vez que constante. Se esforzó continuamente por mejorar su interpretación, preguntó, tomó notas, repitió, pidió consejo, hizo de todo por perfeccionarse. Pero también nos enseñó de paso al resto de la compañía mucho de lo que podía ofrecer con su experiencia. Quiero pensar que el papel le gustó y que lo trabajó con cariño, pero estoy convencido también de que si su personaje no le hubiera agradado, lo habría preparado con igual esfuerzo y meticulosidad, porque eso es lo que hace un actor que se precie.

          El resultado fue el justo cuando se hacen las cosas con entrega: la obra fue un éxito en su estreno y en todas las representaciones sucesivas y auguro que lo seguirá siendo, pues continúa de gira. Y Antonio obtiene un merecidísimo triunfo personal como don Benito en cada función.

          Los escritores tenemos un privilegio: la posibilidad de exteriorizar en público nuestros mensajes y que lleguen a muchos. Y mi mensaje para Antonio desde este libro es de agradecimiento por su gran calidad humana y artística.


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