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Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
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Fundación

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 Como dice Jardiel Poncela que las cosas importantes se escriben con hache, hablaremos haquí helogiosamente de Hisaac Hasimov, hel gran hescritor hestadounidense hy ganador del premio Hugo.

         

Sentido del humor

          Aunque era estadounidense de nacionalidad, el suyo no es el «humour» sajón, sino el «humorf» ruso, que es más inesperado y divertido. Asimov compensa la seriedad de sus novelas con la comicidad de sus cuentos, sobre todo en sus elementos periféricos (personajes secundarios, intrigas complementarias) de manera que no nos sentimos aplastados bajo el peso de la gravedad de lo narrado, como en otros autores menos legibles.

          Él, hombre modesto donde los haya, se convierte en personaje de ficción y aparece en sus narraciones. Pero su alter ego literario es un ser vanidoso y presumido, eminentemente risible. Es decir: se burla de sí mismo sin ser él, rasgo de genialidad que le permite ejercer de bufón sir perder ni un ápice de dignidad. Es un metapersonaje, un personaje dentro de otro personaje. ¡Bravo! (¡Qué pena que este recurso no se me haya ocurrido a mí!)

 

La Humanidad

          Para avergonzarnos a todos, el escritor hace que los más humanos de sus personajes, paradójicamente, no sean humanos. Los robots de Asimov son intrínsecamente incapaces del concebir o ejecutar el mal.

          Las leyes de la robótica que el autor enuncia son perfectas:

          1.- Un robot jamás dañará a un ser humano ni dejará que un ser humano sufra en su presencia.

          2.- Un robot obedecerá siempre a un humano, siempre que esto no entre en conflicto con la primera ley.

          3.- Un robot protegerá su existencia, siempre que esto no entre en conflicto con la primera o segunda ley.

          Esto es un código ético definitivo. Y su primer enunciado es igualmente válido para robots, hongos, abetos, linces o Adventistas del Séptimo Día.

 

Hipótesis metafísica

          Como no podemos decir gran cosa sobre el Ser con la certeza de que sea verdad, solo nos queda la posibilidad de enunciar una hipótesis creíble. Asimov es monista. Afirma sutilmente que todo lo que hay es uno y lo mismo. Lo llama Gaia, un ser que lo es todo y que tiene conciencia de serlo, aun en su aparente multiplicidad

          Si queremos coger a Gaia por el lado trascendental y llamarla Dios, somos panteístas. Si nuestro temperamento es más científico, podemos llamarla X, la Energía o la Fuerza (como en La guerra de las galaxias). Admirable fusión que consigue que, por una vez y en una concepción del universo, ciencia y religión no se den de guantazos. Solo este logro ya justifica que se le recuerde, aunque nos consta que por lo que Asimov se hizo famoso en verdad fue por sus patillas.

 

*        *        *

 

          Y ahora, un estudio de caso (como se dice ahora) sobre una de sus obras.

 

No sé si han leído ustedes

—igual lo han hecho, igual no—

los tomos que integran el

ciclo de la Fundación,

escrito por ese monstruo,

rey de la ciencia-ficción,

famoso por sus patillas

y sus cuentos de robots

que tiene un nombre judío

y ruso: Isaac Asimov.

 

Si nunca los han leído,

háganme caso: háganlo.

Si lo hicieron una vez,

repitan y háganlo dos,

porque con cada lectura

se saca alguna intención

nueva, se aprenden más cosas

y se disfruta un montón.

 

Va de imperios planetarios

el argumento en cuestión,

mas no de ovnis, ni lásers,

ni de híbridos de dragón

y funcionario estelar,

pues toma su inspiración

—que es una forma elegante

de decir que lo copió—

de la Historia del imperio

romano, de un tal Gibbón

o Gibbon, quien dejó escrita

de pe a pa y de pi a po

todo lo acaecido en Roma

desde Rómulo a Nerón,

describiendo con detalle

a la gente comm’il faut

de aquellos tiempos famosos.

En fin: que Isaac tomó

prestada la historia e hizo

con la Roma un parangón

político-futurista

que le quedó hecho un primor.

 

Les cuento, para que vean

si les interesa o no.

Un científico afamado

inventa la Psicohisto-

ria, que es una disciplina

para conocer mejor

qué va a ocurrirle a la gente

cuando pase un siglo o dos.

Se basa en las matemáticas

(por lo que su explicación

me salto, pues soy de Letras

y no sé de la cuestión).

El caso es que el tipo sabe

todo el futuro, mejor

que cualquiera pitonisa

o echadora de tarot.

Y cuando se muere, va

y deja una grabación

en que explica la manera

de evitar que un problemón

de proporciones galácticas

acabe con el «cosmós».

 

(Ya sé que ‘cosmos’ es llana,

no se imaginen que yo

soy más bruto que un arado,

mas la rima me obligó

a hacerla aguda del todo

porque quedara mejor.

Ustedes disculpen. Sigo.)

 

Luego está el Emperador,

que es un pájaro de cuenta

y un tanto marimandón

(cosa que va con el cargo).

Tampoco falta un robot

muy perfecto, que es más listo

de lo que lo fue «Edisón»

(lo he vuelto a hacer otra vez;

bueno, les juro que no

se volverá a repetir:

de nuevo pido perdón).

El robot es un androide

y un superordenador

y mangonea el cotarro,

aunque con buena intención.

 

Para guardar el secreto

sin que lo sepa ni Dios,

los científicos deciden

fundar una Fundación

para proteger los mundos

desde el incógnito. (Hay dos

fundaciones, al final,

por lo que se arma un follón

de aúpa cuando pretenden

competir por el control

del nuevo Imperio Galáctico,

con capital en Trantor,

que es una ciudad metálica

que se limpia con «sidol».)

 

Pasan mil cosas curiosas,

no falta la diversión.

Hay crímenes planetarios

que son un misterio atroz,

montones de peripecias

y aventuras a go-gó.

Hay más personajes raros

que en un concierto de rock

y los sucesos políticos

están llenos de complots

(‘complotes’, que la Academia

manda usar esta versión),

manteniendo el interés

en toda la narración.

(Y añado que su lectura

no aumenta el colesterol.)

 

En resumen: que estos libros

se leen bastante mejor

que la Biblia, la Divina

comedia, el Decamerón,

la Vida de Santa Te-

resa, el Quijote (¡qué horror!),

el Ulises de James Joyce,

las Cartas de Diderot

o que las Páginas a-

marillas de tu región.

 


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