Quantcast
Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
Viewing all articles
Browse latest Browse all 4314

¡Bienvenido, mister Marshall!

$
0
0


Cuando se nos pregunta cuál es la mejor película española de todas las épocas, es muy difícil responder que no hay ninguna película española que sea mejor, en el sentido de que raramente se encontrará una de ellas que pueda considerarse excepcional.

Pero, claro, el orgullo hispano sufre con este hecho, por lo que siempre se suele contestar que, aunque no sea la mejor, «¡Bienvenido Mr. Marshall!» es un film diferente, porque «España es diferente».

La verdad es que Berlanga se salió con la suya e hizo algo muy distinto de lo que se le había encargado: aquello tenía que ser simplemente una película de exaltación del folclorismo, representado en la actriz Lolita Sevilla, a la que José Isbert y Manolo Morán tenían que servir de trasfondo cómico con el único objetivo de que no tuviera ella que cantarse los 75 minutos de película enteritos, porque iba a ser ya demasiada copla.

Sin embargo, el cuco de Berlanga se las ingenió para dejarnos una crítica muy apañadita de su época y conseguir, además, que la gente se enterara de lo que era el Plan Marshall, algo que habríamos ignorado la mayoría de los españoles de no ser por esta película.

La acción transcurre en Villar del Río, un pequeño pueblo castellano que no es ese del anuncio en el que hacen una paella muy grande y luego friegan todos los platos y les quitan toda la grasa sin el mayor problema, sino un pueblo cualquiera al que llega la noticia de que unos diplomáticos estadounidenses van a pasar por allí.

En el pueblo se cree —y con razón— que a los yankee» les gusta el folclorismo hispano (y si no nos creen, no tienen más que ver ese famoso vídeo en el que aparece Hillary Clinton entusiasmada y bailando la «Macarena»)y que, por ende, si el pueblo entretiene a los dignatarios usados (de USA, queremos decir) con flamenquismo del mejor, estos recomendarán que se implemente también en su localidad el marshállico plan, que consiste básicamente en que los americanos te den pasta a fondo perdido.

Los pueblosos (llamamos así a los habitantes del pueblo, porque la palabra ‘pueblerinos’ suena derogatoria) convierten el lugar castellano en un pueblo andaluz a base de meterle decorados de madera, rellenar todas las ventanas con tiestos de geranios (parece ser que no hay geranios fuera de Andalucía) y disfrazándose todos de bailadores de sevillanas. Para ello, cuentan con el asesoramiento de un empresario de flamenco que tiene experiencia con los americanos, ya que una vez pasó tres días en Boston (aunque sin salir del hotel, por miedo a perderse en las calles).

La burla del americanismo no puede faltar. Varios personajes sueñan con tópicos de la cultura EE.UÚica: la pelea a puñetazos en un bar del salvaje oeste mientras el pianista no deja de tocar y la madame de turno que regenta el piso de arriba pega botellazos a traición en la cabeza a todo el que se deja, la llegada de un conquistador español a las costas guanahanianas con su eventual avistamiento de nativas ligeritas de ropa o una sesión del Comité de Actividades Antiamericanas preguntándole a alguien si es comunista, con la ingenuidad de pensar que, si lo es, lo va a confesar abiertamente y a la primera. No falta quien sueña que los americanos le regalan un tractor y se lo hacen llegar, dejándolo caer desde un avión con un paracaídas.

Los americanos aparecen, efectivamente, pero no se detienen allí porque no pensaban hacerlo en primera instancia. La logística española, de nuevo, deja mucho que desear. El alquiler de los vestidos y la construcción de los decorados les sale a los villardelriínos por un pico, como nos habíamos temido y el final del «film»resulta deprimente.

La azabachesca (léase ‘negrísima’) situación de los pueblos de España en aquel tiempo queda bien reflejada y satirizada en esta cinta, pero como nadie se mete con la Iglesia, pues la Junta de Clasificación y Censura no tuvo más que decir, ya que al fin de cuentas era eso lo único que les importaba. Nótese, que a excepción del cura, todas las demás fuerzas vivas del lugar (alcalde, guardia civil, maestra, farmacéutico) quedan debidamente parodiadas y desmitificadas.

Otra razón para que se aceptara el film fue que la facción más ultramontana del franquismo seguía cabreada con los Estados Unidos por haberle sacudido la badana a Hitler, algo que no les habían perdonado, con lo cual su antiamericanismo encajaba con el tono de la película, en la que, a fin de cuentas, los americanos acaban despreciándonos y pasando de nosotros figurada y literalmente, puesto que el convoy de los diplomáticos pasa de largo por el pueblo levantando polvo y sin mirar atrás.

Berlanga, años después, habló mucho y tendido sobre todas las circunstancias que rodearon la gestación de la película y su rodaje, pero como era un embustero de marca mayor, no nos podemos creer nada de lo que nos dijo, así es que prescindimos de mencionar tales entrevistas y declaraciones. (Por ejemplo, contó que para publicitar la película, se imprimieron unos dólares con la efigie de Morán y de Isbert y que, cuando los vieron en Cannes, Berlanga y el resto de la delegación acabaron en comisaría, algo totalmente falso, pero divertido como anécdota.)

A la película le dieron muchos premios en el Festival Internacional de Cine de Cannes. En España, en cambio, no le dieron nada: permitieron que se estrenara y, con eso, ya Berlanga pudo darse con un canto en los dientes.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 4314

Trending Articles