(AVISO.—Este escrito, que ya he publicado otras veces, es pura hiel y no pretende tener maldita la gracia. Los que quieran reírse absténganse de leerlo. Si no lo hacen luego no digan que no les he advertido.)
Cela gastó durante toda su vida bastante tinta para que los españoles olvidáramos que había sido censor del franquismo. Pero el hecho es que fue censor del franquismo y conviene que esto se recuerde. Le propusieron: «¿Quieres ganarte un sueldo siendo censor del franquismo?» Y él preguntó «¿En qué consiste esto de ser censor del franquismo?» Y le respondieron: «En prohibir que se publiquen cosas que, a sus autores, les ha costado mucho escribir y por las que, además, ponen en peligro sus vidas.» Y él preguntó: «¿Pagan bien por ser censor del franquismo?» Y le contestaron: «¡Psch!» Y él dijo: «Es igual. Acepto ser censor del franquismo.»
Y se convirtió en censor del franquismo. Afirmó que iba por allí de tarde en tarde, que ponía algún que otro sello y que lo hacía para mantener a su familia (con su sueldo de censor del franquismo). Quería quitarle importancia al hecho de ser censor del franquismo, pero el caso es que fue censor del franquismo hasta que dejó de ser censor (del franquismo).
No quiero que esto se olvide.
Hablemos ahora de su obra.
Como Cela fue —no lo olvidemos ni por un momento— censor del franquismo, tenía amigos en la censura. Esto le permitió sacar a la luz escritos que otros no habrían podido publicar en absoluto y hacerse famoso con ingredientes que para los demás estaban prohibidos. ¿Qué ingredientes, preguntarán ustedes? ¿Pues cuáles van a ser? Los de siempre: sexo y violencia.
En La familia de Pascual Duarte, el protagonista asesino mata a su madre tras pelear con ella. Durante el forcejeo le rasga la blusa y muerde sus pechos desnudos. Esta descripción un tanto morbosa, señores, era inconcebible en 1942 y no se le hubiera permitido a otro autor que no hubiera tenido amiguetes a causa de haber sido censor del franquismo.
¡Cuidado! Yo no estoy diciendo que Cela no supiera escribir. Lo que digo es que era un sinvergüenza literario totalmente supravalorado.
Viaje a la Alcarria es de un aburrimiento azorinesco que tira de espaldas. El viajero llega a Brihuega, se seca el sudor, se sienta a la sombra y pregunta al lugariego qué tal va la cosecha de tomates. Todo así. La peor novela costumbrista de finales del XIX es mucho mejor que esta obra.
Se hace famoso con La colmena, descripción tópica de tipos típicos, sin más mérito que la observación desde una mesa de café. Sin embargo, se la tilda de genial. Pero es una genialidad copiada de una novela veinticinco años más antigua: Manhattan Transfer de John Dos Passos. ¡Ay, la falta de cultura y de memoria histórica!
Luego, más morbo: el Diccionario secreto, donde su gusto (ahora sabemos cuál era) se dedicó a recopilar todos los insultos y las cuatrocientas mil maneras castellanas de llamar a los genitales, investigación imprescindible y urgente donde las haya.
El siguiente paso consistió en novelas de la guerra: San Camilo, 1936ó Mazurca para dos muertos. Todas van de lo mismo. «Fulanito estaba haciendo cosas consigo mismo detrás de un árbol, cuando estalló la Guerra Civil, etc., etc.» A mí la masturbación no me parece especialmente mal en la vida real. De hecho, pertenezco a la Asociación Española para el Fomento de las Artes Autoeróticas (aunque creo que este año no he pagado aún la cuota de miembro.) Pero eso no es un tema literario. A nadie le deberían importar los exabruptos eróticos de un señor. Y ese señor no debería haberlos vendido como literatura, salvo que escribiera honestamente literatura erótica, lo cual habría sido muy digno y hubiera tenido su público.
Ya famoso, decidió tomarles el pelo a los españoles escribiendo libros consistentes en frases sin sentido puestas una detrás de otra al buen tun-tún.
Dijo que el Premio Cervantes era una mierda (sic) y luego, alegremente, lo aceptó.
*
Y ya no escribo más sobre este señor: ya me he cansado.
(Mi número de teléfono está en la guía, para que todo el que quiera me refute o me insulte, pero advierto que me va a dar lo mismo y me voy a quedar tan pancho.)
(A propósito, ¿les he dicho que Cela fue censor del franquismo?)