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Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
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La mediumnística

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          Haremos hoy unos breves comentarios acerca del espiritismo, esa curiosa práctica consistente en convocar a los muertos para decirles lo que se nos olvidó transmitirles en vida, ya sea «Felipe: siempre te quise mucho, pero no me tomé la molestia de decírtelo» o bien «Señor López: se murió usted sin devolverme la cantidad que le presté y sus herederos no reconocen la deuda. ¿La puso a usted por escrito en alguna parte? Porque no veo otro modo de cobrar.»

          Otro objetivo de conversar con los difuntos es el cotilleo espiritual, para preguntar: «¿existe Dios?», «el infierno ¿quema mucho?», «¿qué ha sido de la pelandusca esa que vivía en el 3º C, que se murió el mes pasado? Ya sabes: esa que engañaba a su marido con todo bicho viviente».

          El espiritismo reglado se originó en el XIX en Francia, que es de donde vienen todas las modas estúpidas[1]. Lo desarrolló un tal Allan Kardec, que se hizo de oro tomándole el pelo a la gente.

          Decimos esto no porque los fantasmas no existan, sino porque tienen prohibidísimo contar cosas. Firman una especie de acuerdo de confidencialidad o algo por el estilo, pues los sacerdotes de las diversas religiones quieren mantener para sí el monopolio de los detalles sobre la vida en el más allá. Además, si los muertos hablaran realmente con los vivos, aunque solo fuera por una vez, estos ya no les dejarían en paz y les tendrían todo el tiempo liados contestando preguntas inanes. Así es que los espíritus respondones han sido muy pocos, hasta el día de hoy.

          Sin embargo, hay mucha gente que aún cree en los mediumsy que se deja sacar los cuartos alegremente a cambio de oír algunos golpes dados sobre una madera.

          Como curiosidad informaremos de que el espiritismo, como la risa, va por barrios y que nada tiene que ver el espiritisme francés con el spiritism inglés, por poner ejemplos cercanos. Bien es verdad que ambos son la misma cosa, pero ni sajones ni normandos aceptan esto en absoluto y se muestran extremadamente protectores con sus particulares formas nacionales de hacer el camello.

          Kardec escribió Le livre des esprits [El libro de los espíritus, 1857] y hasta se inventó un símbolo para el fantasmismo: la cepa de la vid, que no sabemos lo que significa ni qué tiene que ver con la visita de los muertos a tomar el té con nosotros. Fundó asimismo una revista, cuyas suscripciones le proporcionaron una pingüedad de ingresos (beneficios pingües, queremos decir).

          Un dato sorprendente en la historia de la mediumnidad es que los espíritus convocados no suelen ser ni de lejos aquellos que resultarían los más lógicos. Por ejemplo, a Jesús de Nazaret no le llaman casi nunca para que se aparezca y cuente cosas curiosas de su tiempo. A Aristóteles, reputado como gran sabio, tampoco le convocan para que levante ningún velador; ni a Tomás de Aquino, con todo su golpe de pretendida sabiduría medieval. En cambio, a Napoleón sí le dan mucho la lata, cuando resulta totalmente innecesario preguntarle nada de su vida, pues es quizá la figura más biografiada de todas las históricas.

          Como no hay ninguna foto de fantasmas que no haya salido desenfocada (por el lógico nerviosismo de los que sostenían las cámaras ante sus apariciones), no se puede probar fehacientemente la presencia de los muertos en una casa cualquiera. Ruidos hay muchos grabados, pero no acaban de ser una prueba definitiva. O sea, que lo único de lo que disponemos es de los testimonios escritos (algunos hasta jurados ante notario) que cuentan que tal o cual muerto tuvo una charla con sus parientes y les contó cosas, mientras hacía que girara una mesa sin ningún rodamiento aparente.

          En España, el gran pionero del espiritismo fue Luis Francisco Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, VIII marqués de la Florida y X señor de Algarrobo y Bormujos, quien propuso que el espiritismo se enseñara oficialmente en las facultades de Ciencias y de Filosofía y Letras. Como deducimos de sus apellidos, sus padres eran primos hermanos y no sabemos si existe alguna razón genética que explique la naturaleza de esta propuesta[2].

          En Inglaterra fue Sir Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes (padre literario, se entiende) quien propulsó el espiritismo, en el que creía firmemente, con esa tenacidad británica que llevó antaño a su país a dominar el mundo mediante el procedimiento de estar convencido de que siempre, siempre, siempre los ingleses tenían razón en todo.

          Hoy en día, el espiritismo está muy extendido por Latinoamérica. Europa se ha vuelto un tanto escéptica, razón por la cual los espíritus han decidido boicotearla y no aparecerse más por aquí. En América, en cambio, les hacen mucho más caso y les respetan, por lo que los muertos se sienten más a gusto en aquellas tierras.



[1]‘Moda estúpida’: pleonasmo de aquí te espero.

[2]Aquí el autor alude de manera elegante y altamente eufemística a la subnormalidad, para no herir susceptibilidades en estos tiempos de corrección política. (Nota del editor.)

 


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