Escrito contra las conferencias, basado por completo en hechos reales y, por lo tanto, aburridísimo
Ya sólo faltan dos horas. Todo está preparado. Va a dar comienzo el XXII Congreso de Odontología. Se inaugura con la conferencia del eminente doctor Fulano de Tal. Bueno, aquí estamos.
Pero, ¡oh, sorpresa!: no es un señor sino cinco los que se suben al estrado. ¿Cómo es eso?
El público se inquieta. Toma la palabra el presentador y organizador del acto.
—Buenas tardes: bla, bla, bla. Bienvenidos, bla, bla, bla.
Luego presume:
—Por este Congreso han pasado personajes ilustres: Uno, el Otro, el tío Paco, Perico de los Palotes, Rita «la Cantadora», la doctora María Sarmiento...
Los conferenciantes de este año se mosquean ¿Es que ellos no son tan importantes?
Y sigue:
—Debo dar las gracias a todos los que han contribuido a patrocinar este acto...
Y todos los presentes se relamen pensando que muchos patrocinadores significa mucho dinero y que la comida será buena y abundante, porque ¿cuántas instituciones hacen falta para organizar un Congreso de Odontología?
Después vienen las alabanzas al primer conferenciante:
—Ya verán qué bien habla don Fulano de Tal.
Y público se dice: «Ya veremos si habla tan bien o no».
Acaba el presentador y entonces, ¡horror!, le pasa el micrófono a otro, diciendo:
—Ahora va a dirigirnos unas palabras el Alcalde de No-sé-dónde, don Mengano de Cual.
Hablan uno y otro, y un primo del otro.
Cuando por fin le ceden la palabra al conferenciante de verdad, el público deja escapar un suspiro de alivio.
¡Ah! Ya sólo faltan dos horas.