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Channel: HUMORADAS de Enrique Gallud Jardiel
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Vida de Jenófanes

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Semblanza un filósofo poco conocido, pero que nos cae muy bien

 

La semblanza no es más que una biografía escrita por un vago.

Por ello, es mucho más corta, se salta alegremente trozos de la vida del biografiado o semblanzado e incluye muchísimos menos datos.

Este subgénero conjuga la prosopografía con la etopeya, con lo que muchos lectores pensarán que les estoy metiendo un camelo. Pero no es así. La prosopografía no es más que la manera pedante de referirse a una descripción física y la etopeya es la descripción del carácter de un individuo. Lo que pasa es que si los escritores no usamos palabras ininteligibles de cuando en cuando, los editores y los críticos no nos toman en serio.

Incluyo la semblanza de un filósofo de ésos a los que se hace menos caso que a los demás. La he tenido que escribir yo mismo. Quería encargársela a Plutarco, pero no me contesta al teléfono: debe de estar de viaje.

 

*

 

Lo más importante de la vida de Jenófanes fue el lugar de su nacimiento, puesto que éste tuvo lugar en la ciudad de Colofón, que se encuentra (como todos ustedes saben) al sudoeste de Kokkinoplos.

Este filósofo, al parecer eleático, vivió nada menos que noventa y dos años y catorce meses. Y, en cuanto a la época en que lo hizo, se sabe solamente que era posterior a Pitágoras y anterior a Zorba, con lo cual, la verdad, no queda muy exacta su biografía. Pese a todo, se teme que viviera en el siglo vi.

Más que la agudeza de sus teorías filosóficas, lo que le ha dado a Jenófanes una amplia fama, aunque no precisamente buena, es el hecho de que recorría la Hélade recitando unas deleznables poesías de su invención, creando la «gira artística», tan de moda entre los cantantes de hoy en día.

Se sabe asimismo que en un principio se fabricaba sus propias botas para caminar y que un día tuvo que utilizar los cordones de dichas botas para sustituir tres cuerdas de la lira que se le habían roto. Se habría visto, pues, en la necesidad apremiante de caminar descalzo si no hubieran sido botas y zapatos los premios que obtenía de sus oyentes eventuales. Claro está que estas piezas de calzado no casaban unas con otras, pero a Jenófanes, soltero de nacimiento, no le importaba nada que las botas casaran o dejaran de casar.

La obra de Jenófanes estaba escrita en verso, más concretamente en pies dáctilos, que son, como la palabra lo dice, y como es lógico, los que tienen dedos. Su pensamiento se hallaba todo en estos versos y también se encuentran en ellos, si se busca bien, atisbos de doctrina cosmológica y un sí es no es de panteísmo.

Como Jenófanes era muy delgadito, a causa de la austera vida que llevaba, sentía el orgullo de la sabiduría y le parecía despreciable la simple fuerza o la destreza física. Una vez le partieron una costilla por abuchear en el circo a los atletas laureados.

La única idea que Jenófanes tuvo en su vida fue la de decir que había un sólo Dios, en vez de los ochocientos cuarenta y siete que los filósofos anteriores a él decían que había. Por eso afirmó Aristóteles —ese señor famoso por meterse donde no le llamaban— que Jenófanes fue el primero que «unizó», es decir: que fue partidario del uno o «unista».

Y por esta razón, aunque no nos guste en absoluto, no tenemos más remedio que admitir que Jenófanes fue el precursor de la doctrina de los eleáticos.

 


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