Lo he dicho en otras ocasiones y no me cansaré de repetirlo: lo que nos pasa es que odiamos a nuestros niños. De no ser así, no les educaríamos tan mal.
Hoy me ocuparé de una parcela del mundo dejada de la mano de Dios: las canciones infantiles (y lo que enseñan a nuestros niños). Glosando y comentando, que son dos gerundios. Dice la canción que he elegido como muestra:
Quisiera ser tan alta como la luná, ¡ay, ay!
Veamos: la luna no es alta, sino que está alta. Primera confusión. Enseñamos a nuestros niños a despreciar ese tesoro del castellano: la preciosa y utilísima diferenciación entre ‘ser’ y ‘estar’ (que otros idiomas no tienen). Por si fuera poco, acentuamos mal ‘la luná’. ¿Cómo pretendemos que, años más tarde, a los niños les importen un pimiento las reglas ortográficas? Por eso tenemos universitarios a punto de licenciarse que se llaman Lopez, Perez y Martinez y escriben sus nombres sin acentuarlos, invitándonos a que les propinemos patadas en sus partes.
Esto en cuanto a lo externo. Pero ¿y el sentido? ¿Para qué quiere la niña que protagoniza la canción tener la perspectiva visual de la luna? ¿Quiere ser como un satélite espía, de esos que tienen una lente tan potente que pueden fotografiar a un campesino ucraniano haciendo sus necesidades en la estepa? La siguiente línea nos lo aclara:
para ver los soldados de Cataluñá.
La niña quería ver a los soldados, por si estaban buenos y macizos. La cosa tiene su lógica, si es que es ésa la explicación. Si no lo es, ¿para qué quería ver los soldados? ¿Era una niña repipi y, a la vez, militarista? ¿Qué pretende fomentar esta canción? Yo creo que hay cosas mucho mejores de ver que los soldados. Y luego, tenemos un elemento de discriminación autonómica, que no hay que olvidar. ¿Por qué quería ver a los soldados de Cataluña? ¿Es que los soldados de otros sitios son menos guapos? ¡Basta ya de contentar a las autonomías, por favor!
De Cataluña vengo de servir al rey
¡Ah! ¡Aquí cambia todo! ¡No era una niña, a fin de cuentas! Porque si venía «de servir al rey», entonces era un soldado, pues esta canción data del siglo XVIII, cuando no había mujeres en el ejército. O sea: que era un soldado que quería ser «alta como la luna» para ver a los otros soldados. Creo que todos hemos entendido de qué va esta historia y no hace falta precisar más.
Yo, particularmente, soy republicano y no veo por qué nadie tiene que servir a ningún monarca. Pero es que el soldado, además de aspirante a alta, era estúpido. Porque si venía de Cataluña de servir al rey, habría visto allí a los soldados, luego, ¿qué necesidad tenía de ser «alta como la luna» para verlos, si ya los había visto antes de venir? Todo esto es un absurdo como un castillo.
y traigo la licencia de mi coronel.
¡Hay que documentarse más! No son los coroneles quienes dan las licencias y firman los permisos. ¿Para qué están los tenientes? Y si fue el coronel en persona quien le dio el permiso, era obvio que el tal soldadito era un enchufado del coronel. Quizá el coronel también quisiera ser alta, o quizá ya lo fuese, no se sabrá nunca. Como ven, toda esta literatura folclórica no es muy edificante para nuestros niños.
Al pasar por el puente de Santa Clará
(No hemos conseguido saber dónde está ese puente. Hay uno de ese nombre, muy famoso, en Coimbra, pero entonces no entendemos a dónde se dirigía el soldadito. La geografía no concuerda.)
se me cayó el anillo dentro del aguá.
¿Qué vendría haciendo con el anillo para que se le cayera justo allí?
Por sacar el anillo saqué un tesoró:
Este fragmento nos recuerda aquel famoso chiste del que echa una moneda al váter para sacar otra de menor valor que se le había caído.
una virgen de plata y un Cristo de oró.
Aparte de la discriminación sexual de que la virgen valiera menos, quisiéramos saber quién había tirado al río las imágenes sacras y por qué. Y luego: ¿las imágenes se veían desde fuera del agua? En ese caso ¿cómo es que nadie las había cogido antes? Y si no se veían, es claro que el soldado se metió a bucear para encontrar el anillo en el lecho del río. La canción no explica tampoco qué hizo después con las imágenes: si las restituyó a la iglesia de Santa Clará o si las vendió y con el dinero se pagó un tourpor Thailandia para desengrasar.
