El vate se lamenta por no conseguir echarle la vista encima a su dama
Borracho voy, de amor, por esos bares,
luchando con mi musa y tu recuerdo
del que nunca me olvido —pues me acuerdo—
y con el que hago juegos malabares.
Mis ojos ya, ni con binoculares
te pueden divisar, y así te pierdo
de vista, cual si fueran mi ojo izquierdo
y el otro, viendo, perpendiculares.
Sólo dos ojos para verte es poco,
que a más de un ojo puedes dar la muerte
como del cornezuelo un solo brote.
Y, pues por tu hermosura estoy tan loco,
ojos tener quisiera para verte,
en la frente, en un hombro, en el cogote.
Dice una sola cosa muchas veces
Es tan encantadora tu hermosura
como elegante y linda tu belleza,
como venusta tu delicadeza,
como gentil y maja tu guapura.
Se muestra tan selecta tu finura,
tan perfecta y graciosa tu lindeza
que superarla fuera un proeza,
¡oh, jarifa y espléndida escultura!
Nada más bello hay que tu esplendor,
nada como tu gracia peregrina
ni tu galán encanto, tan precioso.
No hay cosa que supere a tu primor,
nada que iguale a tu beldad divina
ni a éste, tu atractivo primoroso.
Gime por no estar cerca de la amada y se lo dice de manera bastante peregrina
Existe entre nosotros más distancia
que la que hay de un mamut a un patinete,
del uno al diez millones veintisiete
y desde Filipinas hasta Francia.
Más que en un Ministerio, de una estancia
a otra, si el burócrata promete
tener listo con sello y con membrete
para el día siguiente alguna instancia.
Quiero, señora, estar cerca de vos,
como de un mercader su caja fuerte,
como Constantinopla de Estambul,
como lo está un catarro de la tos,
como están los doctores de la muerte
y una doble pareja está de un «full».
A una agresiva diosa que responde a los requerimientos de amor con desdenes y trompazos
Yo te ofrecí una flor y tú un zapato
me mostraste, cruel, con gesto airado.
Me sentí ante tus iras asustado
como ante el cazador se siente el pato.
La suela era de goma. Era barato,
mas útil para un buen zapateado;
y aunque tu pie divino había calzado
cosas muy raras sugería al olfato.
El placer de sentir sobre mi frente
los golpes que me dan manos tan bellas
tanto me embriaga como cien botellas.
Ya sabes que te adoro intensamente;
mas como de tu trono no te bajes
yo no voy a ganar para vendajes.
Describe las partes de su dama y sufre cuitas por su ausencia
Son tus ojos de un pardo almibarado
que la miel para sí ya la quisiera;
son del color del coco en la palmera
o del tono que coge el pan tostado.
Tus dientes, un blancor tan nacarado
tienen, como el del hielo en la nevera,
y tus etéreas manos definiera
suaves, como el pescado congelado.
Hacia tus breves pies, desde tu frente,
hebras tantas como ojos tiene Argos
cuelgan, cual de las cañas los anzuelos.
Y así descritos ordenadamente
son pardos, blancos, suaves, chicos, largos
tus ojos, dientes, manos, pies y pelos.